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En concreto, el Shinto, también llamado Sintoísmo se distingue por:
a. La creencia en tales kami, que algunos de ellos habitan en el cielo (amatsu-kami) y otros en la tierra (kunitsu-kami).
b. Lugares sagrados determinados en donde tienen su habitáculo los kami o a donde vienen para comunicarse con los hombres. Tales lugares no eran templos construidos, sino determinados espacios señalizados por una gruesa cuerda trenzada con paja de arroz (shimenawa).
c. El pueblo venera a los kami con ritos y festivales, relacionados principalmente con cultos de fecundidad (cultivo de arroz y fertilidad familiar).
d. Se observa y cuida la purificación (misogi, harae, imi…), elemento esencial para eliminar toda impureza (kegare) que impedía la comunicación armoniosa con las divinidades.
e. Ofrendas (shinsen, sonaemono, etc.) de arroz o sake a las divinidades protectoras.
f. Intermediación sacerdotal de la miko o del chamán, cuya función es la del arte adivinatorio, hechizos y conjuros.
g. Veneración de antepasados de cada familia, del clan Yamato, etc.
Sin embargo, tenemos que en el Japón actual se tiene un arrecife donde germinó la semilla de otros cultos, tales como:
El Confusionismo
El Taoísmo
El Budismo (ortodoxo y esotérico)
Cultos de occidente (tales como el Cristianismo en el medievo*)
Por todo ello, no es de sorprenderse que algunos filósofos o/y teólogos, así como autores de la materia no consideren al Shintoísmo como religión en stricto senso.
El Shinto esta ligado a las más ondas raíces del pueblo japonés, por tal motivo los cultos sintoístas se encuentran en sí o en su influencia estan presenten en casi todos los aspectos n la vida cotidiana del Japón. Esto puede corroborarse en la historia misma del Japón, en los ritos, ceremonias y cultos, por lo que, por ejemplo, según la mitología shinto, se tiene la identidad de una Espada Sagrada “Kusanagi no Tsurugi”, la cual se considera el vehículo del Poder mismo de los Dioses hacia este mundo.
Por ésta última razón, la “espada” es considerada como un objeto de veneración, a diferencia de otras culturas, inclusive orientales.
El Shinto se adoptó como filosofía nacionalista después de las turbulencias y de las guerras civiles (Sengoku) que asolaron Japón durante los siglos XIV-XVI, con el advenimiento de la era del shogunado, desde principios del siglo XII, que confinó al emperador en su palacio de Kyoto, desvestido de todo poder al usurparlo la nueva figura del shōgun, el guerrero Tokugawa Ieyasu (1543-1616), culminó la unificación del país pacificado y le proporcionó una gran estabilidad política y prosperidad económica durante todo el periodo Edo (1600-1868), cerrando Japón a contactos exteriores.
Junto con la primacía del nuevo Confucionismo que inspiraba el gobierno se produjo una fuerte revitalización del Shintoísmo.
En la entrada a cada Santuario o Templo Sintoísta se puede ver un portal grande, que sobre sale de las estructuras aledañas, regularmente no se encuentra rodeada por nada más que algunas lámparas, se le llama “Tori” y simboliza la puerta de entrada de los Dioses a nuestro mundo, por este motivo, es importante dar el respeto y no entrar por la parte central, si no entrar por un costado.
SHINTO 神道 “El camino de los Dioses”
SHINTO
神道
“El
camino de los Dioses”
El
“SHINTO”
es la religión autóctona del pueblo japonés y se remonta a los
orígenes mismos del pueblo japonés y de su propia identidad como
pueblo, incluso antes de los tiempos del primer Emperador Celestial
“Jin-Mu”.
El
Shinto,
al igual de que las más grandes religiones que han existido en todas
las culturas se basa en la esencia de contemplar y comprender la
existencia del Universo y el Ser desde un punto de vista hacia la
vertical, es decir en un eje “Cielo-Ser-Tierra”.
El
Shinto
también
llamado “Sintoísmo”, es también o podría considerarse como un
culto politeísta, sin embargo
la esencia del Shinto es la adoración y el culto de la naturaleza
misma, en su más pura y hermosa esencia, en su espíritu íntimo
como el cosmos creador en el balance perfecto.
Se adora a los poderes de la naturaleza creadora que residen en las
divinidades o “Kami”.
a. La creencia en tales kami, que algunos de ellos habitan en el cielo (amatsu-kami) y otros en la tierra (kunitsu-kami).
b. Lugares sagrados determinados en donde tienen su habitáculo los kami o a donde vienen para comunicarse con los hombres. Tales lugares no eran templos construidos, sino determinados espacios señalizados por una gruesa cuerda trenzada con paja de arroz (shimenawa).
c. El pueblo venera a los kami con ritos y festivales, relacionados principalmente con cultos de fecundidad (cultivo de arroz y fertilidad familiar).
d. Se observa y cuida la purificación (misogi, harae, imi…), elemento esencial para eliminar toda impureza (kegare) que impedía la comunicación armoniosa con las divinidades.
e. Ofrendas (shinsen, sonaemono, etc.) de arroz o sake a las divinidades protectoras.
f. Intermediación sacerdotal de la miko o del chamán, cuya función es la del arte adivinatorio, hechizos y conjuros.
g. Veneración de antepasados de cada familia, del clan Yamato, etc.
Sin embargo, tenemos que en el Japón actual se tiene un arrecife donde germinó la semilla de otros cultos, tales como:
El Confusionismo
El Taoísmo
El Budismo (ortodoxo y esotérico)
Cultos de occidente (tales como el Cristianismo en el medievo*)
El Shinto esta ligado a las más ondas raíces del pueblo japonés, por tal motivo los cultos sintoístas se encuentran en sí o en su influencia estan presenten en casi todos los aspectos n la vida cotidiana del Japón. Esto puede corroborarse en la historia misma del Japón, en los ritos, ceremonias y cultos, por lo que, por ejemplo, según la mitología shinto, se tiene la identidad de una Espada Sagrada “Kusanagi no Tsurugi”, la cual se considera el vehículo del Poder mismo de los Dioses hacia este mundo.
El Shinto se adoptó como filosofía nacionalista después de las turbulencias y de las guerras civiles (Sengoku) que asolaron Japón durante los siglos XIV-XVI, con el advenimiento de la era del shogunado, desde principios del siglo XII, que confinó al emperador en su palacio de Kyoto, desvestido de todo poder al usurparlo la nueva figura del shōgun, el guerrero Tokugawa Ieyasu (1543-1616), culminó la unificación del país pacificado y le proporcionó una gran estabilidad política y prosperidad económica durante todo el periodo Edo (1600-1868), cerrando Japón a contactos exteriores.
Junto con la primacía del nuevo Confucionismo que inspiraba el gobierno se produjo una fuerte revitalización del Shintoísmo.
Saludos
a todos los lectores.
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